Sentada en mi escritorio, tomando un café con leche que me hice yo misma decido ponerme a reflexionar...
Reflexionar sobre por qué no me siento feliz. ¿Hay algo que está mal? ¿Qué es? ¿Por qué?
Pero sinceramente no tengo ganas de solucionar problemas, de verlos, de hablarlos, de pensarlos. De lo que tengo ganas es de crecer, para poder vivir sola, para hacer lo que yo quiera, para que no me digan qué está bien y qué está mal, para animarme a todo lo que no me animo.
No sé por qué pienso que creciendo voy a arriesgarme a ciertas cosas a las que no me arriesgo ahora, pero supongo que todo se relaciona con la idea de libertad que vengo rondando hace un tiempito ya.
Me pregunto desde cuándo soy tan indecisa, tan pesimista. No quiero cambiar, yo estaba feliz siendo quién era, pero ¿y si esa no era yo? Qué digo! Claro que era yo, lo que pasa es que me encuentro en otra etapa y hay cosas que me están quemando la cabeza.
Las ganas de ser todo lo contrario a lo políticamente correcto, la adrenalina de ir en contra de lo moral, romper las reglas... todo eso me llama, me emociona. Pero por algún motivo la vida me hizo ir un pasito más allá y darme cuenta de que eso no me va a servir de nada, de que tengo que ser más viva que el resto, no es necesario dejarme llevar por mis impulsos. Las masas son simples cumplidoras de tendencias y ¿qué sería yo si me convirtiera en eso? No puedo permitirme semejante desliz.
Dale Mica, dale que vos sabés bien lo que querés... El problema es sacarlo de mi, es aceptarlo y hacérselo saber al resto, porque por ahora no me basta con saberlo yo sola. Necesito dejarme ser un poquito, después tendré tiempo para volver... pero ahora hay que volar.
