Sólo él ♥

¿Qué importancia tiene todo cuando sólo una persona te da lo que más querés?
Sí, tengo a esa persona y siento que no necesito nada más que eso.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Curiosidad


Se supone que todos estamos presentes, pero igual es una reunión poco concurrida. Tal vez es el simple hecho de que somos pocos. Me sirvo un poco de té y espero. Espero que alguien comience a hablar o al menos que comience. Minutos después comprendo que tengo mucha paciencia, podría esperar durante horas y horas, pero no tengo ganas. Tampoco tengo en claro qué decir o si, en realidad, hay que decir algo. Es uno de esos encuentros donde todo se mezcla, porque nadie tiene asegurado el motivo por el cual nos juntamos.
-La mayoría de los aquí presentes debe preguntarse, ¿qué estamos haciendo acá?  -dice una voz que me suena conocida- Bueno, no tengo idea.
Típico comentario de él. Insoportablemente inolvidable para mí, pero deseosamente observable. Recuerdos inconclusos vagan por mi mente y me enojo. Me enojo porque no quiero traer cosas innecesarias a un presente que me recibe muy bien.
-Ya saltó el curioso a meter la nariz –dice un hombre medio pelado, con ojos inexpresivos.
El murmullo aumenta, la gente conversa y nadie comprende. Todos seguimos con la misma duda, pero nadie es capaz de sacárnosla. Me entran unas inexplicables ganas de hablar con alguien, de expresar mi molestia y confusión. Veo a un hombre, delgado, alto, decaído y con un rostro demasiado jovial.
-Buen día –le digo, acercándome.
-Señora, no sé qué estamos haciendo acá, no me pregunte –contesta.
-Bueno, para serle sincera no iba a preguntarle nada, simplemente quería conversar con alguien –menciono-. Veo que no le apetece.
-Disculpe mi mala cortesía –me dice-, pero no encuentro motivos para emitir palabra alguna. Estoy demasiado triste.
-¿Triste porque se dio cuenta de que a veces todo cuesta más de lo que nos gustaría o triste porque está triste? –pregunto, bastante curiosa.
-Supongo que lo segundo, ¿por qué? –copia mi curiosidad.
-No lo sé, sólo preguntaba.
-Usted, ¿por qué lo está? –me interrumpe.
-Yo no estoy triste, aunque si se refiere al verbo estar de encontrarse presente en un sitio, no lo sé. Tal vez sea la ley de la gravedad que me lo permite, científicamente hablando o, espiritualmente, mi alma quiere quedarse donde mi cuerpo permanece.
Noto como comienzan a curvarse sus labios y me pregunto qué será lo que lo hizo sonreír, yo no hice ningún chiste ni comenté algo con gracia. Posiblemente es el modo que tengo de ver las cosas, para mi es más que normal preguntarme esas cosas. Todos los días intento descubrir cómo es que la gente me ve, ¿por qué pueden mirarme u oírme? ¿Cómo es que estoy? Y no me refiero al ánimo, sino a “¿Cómo es posible que este acá?”. Mucha gente me ha dicho rara e inclusive loca por mi forma de observar lo que me rodea, pero siempre fui muy curiosa. Me paro en una silla, sin motivo aparente.
- La mayoría de los aquí presentes debe preguntarse, ¿qué estamos haciendo acá?  Bueno, no tengo idea.
Me bajo de la silla, sigo observando como todos los ojos me observan y en el transcurso de la observación, lo observo a él y lo encuentro observándome a mí.
-Siempre fue tan típico de vos decir esas cosas –me susurra en el oído luego de acercarse-. Por más que trato de olvidarte insoportablemente, no puedo evitar observarte con deseo.
Sus palabras me recuerdan a mis pensamientos de hace unos minutos y me pongo nerviosa y no sé por qué.
-Extrañamente similar a lo que pensé hace un instante –le comento.
-¡Qué bueno, qué bueno! –me dice agarrándome del brazo y llevándome a un lugar que aún desconozco.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Don´t stay... that far

¿Qué voy a hacer un mes entero sin vos?
Todos los días tengo ganas de verte, abrazarte y besarte.
¿Cómo se supone que esté bien si no te veo tanto tiempo?
Me genera mucha tristeza, vos acá y yo allá. Yo necesitándote tanto, añorando tus mimos, extrañando tus ojos y tu voz. Llamarte no me va a servir de nada, los mensajes no me alcanzan ni siquiera cuando te veo por un par de horas.
Sé que me voy a desesperar, mirame: ya me estoy desesperando ahora.
Me desespero porque me acuerdo de lo que me dijiste y también sé que me pediste que no me haga la cabeza, que no me ponga a pensar en eso, porque no va a pasar nada, va a estar todo bien.
Pero yo y la máquina que vive adentro mío me carcomen: "¿Vos te vas un mes y él que va a hacer? ¿No te parece que es mucho tiempo? ¿Qué le dijeron? No sos vos sola, hay más"
Y yo sé que me amas a mi y que para vos soy la única y todas esas cosas, pero ya está, ya tengo ese miedo incorporado y no me lo puedo sacar. No te creo capaz de nada parecido, pero me voy a morir de intriga, de celos mientras estemos lejos.
Te voy a querer cerca porque te amo y te voy a necesitar mucho, pero la verdad es que eso me tiene un poquitititito preocupada.
Igual, dejame estar un rato, a mi y a mi inseguridad, ya se me va a pasar. Yo confío en vos bebe.
Te amo con toda mi alma ♥

lunes, 17 de diciembre de 2012

Qué ilusa me siento.

Tengo ganas de sacarme de encima esto, sé que nunca te lo voy a decir porque me da mucho miedo y porque ya no te quiero en mi vida, pero tengo que sacarlo.
Esa tarde me saludaste haciéndote el nene bien y no te aguanté más. 
-¡Qué falso sos! -te grité.
-Sé que estás enojada -me dijiste como si nada-, pero ya no somos nada. No me podres reprochar ni el aire.
-¿Sabes cuál es el problema? Que no seamos más nada, que vos creas que ya no puedo reprocharte nada no quiere decir que tengas que convertirte en esta persona, la persona que sos ahora. Me causas repulsión -te dije- y el verdadero problema es la decepción que siento. Decepción que se mezcla con impotencia, porque no puedo hacer nada por vos, porque sé como eras antes y me gustabas así. Ahora sos esto, que no sabría como clasificar. Me haces acordar ciertas cosas, pero una muy importante: por qué terminamos así.
-No me vengas con planteos estúpidos -me dijiste mirándome con recuerdos en los ojos. Podía ver las imágenes cruzando por ellos y el rencor que te generaban y el amor que añorabas, no lo niegues porque era así -. Si vas a, prácticamente, escupirme esas palabras innecesarias, mejor callate.
-No, no te voy a escupir nada. Tengo ganas de que te acuerdes de algunas cosas, solo eso -te miré como esperando una respuesta -. Siguiendo con lo que te decía... No me había olvidado de por qué terminamos así, pero al parecer lo alojé en algún espacio lejano de mi mente, porque me sorprendió recordar todo. 
-Yo te amaba tanto... -susurraste.
-Y me molesta por sobremanera la persona que sos hoy, porque antes hubiera creído tus palabras, tus te amo o te amaba, pero ahora te escucho y me da igual lo que digas, sé que mentís. Y aunque no lo creas, me duele. Me duele pensar y recordar que yo me enamoré de una persona tan suave... Me duele ver que ya no existe, que hoy es puro maquillaje, que si se lo sacas hay un rostro frío, se me hace ajeno. Y si querés, hasta te digo que es lo que más me duele -estaba conteniendo las ganas de llorar.
-A mi me duele esto que vos me estás diciendo, me mata -volviste a susurrar-, pero contame. Ahora quiero saber.
-Sinceramente, lo que más duele de todo esto no es acordarme de cómo eras y ver lo que sos hoy, lo que más me duele es no poder evitar pensar que  capaz antes también eras así y yo nunca me di cuenta. Tal vez antes también era puro maquillaje y yo me lo creí. Me siento tan ilusa... -sollocé.

Ahora lo que entiendo es ese silencio que hubo a continuación: no dijiste nada. Me negué mucho tiempo a entender ese silencio, pero ya no. Ahora sé que era porque yo estaba en lo cierto, no eras vos. Me creí tu amor y todos esos engaños, los creí ciertos hasta hoy que ya me rendí. Hoy, por fin, acepto que fuiste y sos una completa mentira.
Agradezco haber dejado todo ese rencor lejos, ahora avanzo tranquila con gente que no miente, que expresa sentimientos sinceros. Gente totalmente distinta a vos.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Admitir que extrañas a alguien...

Miraba como la masa se movía, una masa de gente con el mismo rostro. Sin sonrisas, con ojeras, malhumoradas, apuradas. Me generó un sentimiento extraño... ¿Pena? ¿Decepción?
El punto de encuentro estaba vacío, él no estaba. Nunca fue puntual, no iba a serlo ahora. Aprendí a no esperar nada de nadie, así no me decepcionaría.
El tiempo pasaba. Quince minutos, veinte, treinta y comenzaba a desesperarme o mejor dicho, enojarme.
No íbamos a conversar de cualquier cosa, era más bien un tema de suma importancia a mi entender, pero él tenía el tupé de faltar.
-Alicia, ¿cómo estás? -dijo una voz detrás de mi- Perdón por la tardanza.
-Ahorrate las disculpas, Tomás -lo miré desdeñosa-. Estoy acostumbrada a tus llegadas tarde.
Me observó largo rato, me hice la indiferente. Si lo miraba, vería esos ojos marrones penetrantes y no iba a poder evitar ponerme colorada. No era ese tipo de encuentro, a decir verdad, ya no teníamos otro tipo de encuentro más que este. Se trataba de algo más incontinuo, inesperado, me refiero a que mi idea era no tener que verlo durante mucho tiempo, pero esa situación lo ameritaba.
-¿Por qué querías que nos juntáramos? -preguntó. Siempre frunciendo el entrecejo, con verdadera curiosidad.
-No quiero que malinterpretes la situación -comencé-, pero necesitaba verte p...
-Bueno, Ali, tampoco te me declares así -me interrumpió.
-Si no me dieras tanta lástima, te golpearía. ¡Dejame terminar una oración completa antes de hablar!
Me miró sobresaltado. Yo sabía, sabía que iba a suponer que este encuentro era una excusa para verlo, sospechaba que yo lo extrañaba, ese inútil. Claro que no.
-A ver, proseguí. Me intriga saber en qué va a terminar esta salida rústica -rió.
-Primero que nada, Tomás, de salida no tiene nada y segundo, ¿rústico?
-Sí, como las papitas rústicas que te ofrecen en los restaurants. Son papas, pero con hierbas y peladas, pero sigue siendo papa. Le dicen "rústico" para decorar.
-¿Ves? Ya estás malinterpretando todo -estaba muy frustrada.
-Difícil que no sea así, Ali. La última vez que salimos terminamos yendo a otro lado, se suponía que íbamos a charlar en un barcito de San Telmo... -comentó burlándose.
-Eh, Tomás, no es gracioso. Te vengo a hablar de algo importante, me enteré de algo -traté de salir del tema lo más rápido posible. La última vez... San Telmo... no hubo bar, hubo casa y no fue charla, fue roce. Pero esta vez no, hoy era serio de verdad-. Tu hermana estuvo saliendo con un amigo mío, hace poco y ayer la vi caminando, me saludó, todo bien. La vi rara, creo que está metida en cosas raras.
-Fuma, ya sé.
-¿Cómo ya sé? ¿Me estás cargando? Es tu hermana, preocupate, ayudala. ¡Hacé algo!
-¿Eso era lo que me querías decir? -parecía enfadado- Me hiciste venir hasta acá para decirme que viste mal a mi hermana, ¿de verdad?
-Bueno, me pareció qu...
-¡Te pareció mal entonces, Alicia! Yo sabía que venir era mala idea, siempre te metes en donde no te llaman. Ya me acuerdo porque te dejé, me metías en muchos kilombos. Siempre metiendo la nariz en huecos que no te incumben, salí de ahí. Dejá de ser tan inmadura, crecé. Tenes 20 años, ya andas grandecita para andar chusmeando cosas por ahí y espero que no se lo hayas dicho a nadie porque me voy a enojar, más todavía que ahora -frenó para respirar, ni bien tuvo el aire siguió-. Aunque ahora que lo pienso, más que enojo me generas decepción, parecía que habías cambiado pero se ve que también me olvidé que toda tu vida supiste ponerte caretas. Como ahora.
No supe qué responder. Yo pensé que había ido ahí para contarle lo de su hermana, pero él tenía razón, eso era excusa. Como todas las excusas que le venía diciendo cada vez que podía, siempre que había una buena ocasión ahí estaba yo, instándolo a que nos viéramos. No quería verlo para hablarle de nada, quería verlo por una sola razón y mi corazón terco no podía parar de gritarla aunque mi cabeza no quería decirla.
-Te extraño, Tomás, la verdad es que te extraño mucho.
-Yo sabía -me dijo y sonrió.
No me lo esperaba y no hablo de su sonrisa, hablo del beso, el beso más hermoso que hubo en toda reconciliación existente. En realidad no sabía si eso merecía llamarse "reconciliación", pero todo ese tiempo había esperado para darle un beso y para pegarle.
-¡Ay! ¿Por qué el golpe? - me miró sorprendido.
-Tenía muchas ganas de besarte y pegarte, no iba a cumplir una sola.
-Tengo que admitir que pensé que nunca ibas a ser capaz de aceptar que me extrañabas -rió.
-Tengo que aceptar que nunca pensé que te creyeras todo lo de tu hermana, supieras que era mentira y te crearas esa super actuación de enojado solo para que te lo dijera.
-Vos sabías que estaba actuando -sonrió.
-Pero necesitaba decirte que te extrañaba -lo miré y lo aprecié. Vi sus hermosos ojos marrones y lo supe.
-Hace tanto que te extraño, Ali.