No pretendía enojarme, pero sinceramente ¿por qué tenías que ser tan malo? Una comprensión que debía haber llegado antes a mí, me hizo entender que vos tenías la posibilidad de ser y hacer lo que te diera en gana, pero como dije... esa comprensión no llegó a tiempo y por eso me enojé.
Te grité cada ínfima palabra que se cruzó por mi mente, ya revuelta de otras tantas ideas atroces para seguir reprochándote en la cara.
No sé si logré finalizar el objetivo, pero supe que te había quedado bastante claro lo que yo pensaba de tus actitudes.
Hoy prefiero pensar, desearía pensar que sos otra persona, pero nunca voy a estar segura porque decidí dejar de volar entre las nubes con vos.
Tanta esponjosidad me empieza a nublar la vista, pero no quiero romper su blancura inmaculada.
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